De tanto mirar al cielo se le cayó la corona
"Puedes observar cómo la divinidad fulmina con sus rayos a los seres que sobresalen demasiado, sin permitir que se jacten de su condición; en cambio, los pequeños no despiertan sus iras. Puedes observar también cómo siempre lanza sus dardos desde el cielo contra los mayores edificios y los árboles más altos, pues la divinidad tiende a abatir todo lo que descuella en demasía"
(Heródoto, Historia VIII)
Dice una antigua leyenda que el rey Alfonso X, que hizo del Alcázar su observatorio astronómico, mientras miraba a las estrellas dijo refiriéndose a Dios: “de haberme consultado en la creación del mundo, hubiera hecho algunas cosas mejor”.
La opinión fue interpretada como una grave blasfemia por la Iglesia y se difundió de boca en boca por el reino, especialmente en el ámbito eclesiástico. En Burgos, Pedro Martínez de Pampliega —que ejercía de educador de su hermano Manuel— le advirtió públicamente de que debería de pedirle perdón a Dios por tan gran impiedad y hacer penitencia porque de lo contrario se arriesgaba al castigo de perder el reino y la vida. A esto respondió el rey de modo despectivo, manteniendo su opinión.
El tiempo transcurrió sin que nada ocurriera.
Fray Antonio —un hombre con fama de santo— decidió pedirle una audiencia con el fin de participarle de la enorme preocupación que le causaba el que su rey mantuviera públicamente tales opiniones, Una vez admitido a su presencia le dijo: “No hubiera, Señor, venido de mis claustros a vuestros reales pies con menos impulso y motivo que de Dios, a quien tenéis ofendido con presunciones inconsideradas: pues habiéndoos criado en bienes temporales de tantos reinos, y espirituales de tan alto entendimiento, usando mal de tantos favores os rebeláis contra vuestro creador, presumiendo que sus obras pudieran ser más perfectas con vuestra asistencia. No imitéis al más bello de los ángeles, hoy por su soberbia el peor de los demonios. Enmendad en vos mismo, pues ahora podéis, y os importa tanto, lo que presumiades enmendar en la fábrica del mundo, perfectísima obra, en fin, de la perfección divina. Reconoced culpa tan sacrílega y con penitencia inclinad la misericordia de Dios al perdón; y no irritéis su inmenso poder al castigo: pues sabéis que no es este el aviso primero y podría ser el último".
El rey se indignó por la insolencia del fraile; respondiéndole airado. Fray Antonio regresó apenado a su convento de San Francisco.
Aquella misma noche se desató sobre Segovia una tempestad de una intensidad nunca vista. Esta alcanzó especialmente al Alcázar, situado al noroeste de la ciudad. Un rayo impactó en la habitación donde dormían los reyes; incluso llegó a rajar las poderosas bóvedas de piedra de sillería en el techo. Se llegaron a incendiar las vigas de madera, extendiéndose hasta afectar incluso al tocado de la reina. Dos de sus sirvientes perdieron la vida en el incendio.
"El 26 de agosto de 1258; a ora de
yantar, se incendió el alcázar de Segovia, donde a la sazón se
encontraba la corte; murió en la ocasión el maestre Martín de Talavera,
deán de Burgos, y otra persona cuyo nombre no conserva el texto
mencionado"
Esta leyenda aparece recogida en las "Crónicas de 1344: capítulo dcxci
De las palabras que el rey Alfonso X dijo contra la voluntad de Dios, porque después fue desheredado del reino"
La primera versión perdida de esta leyenda data de finales del siglo XIII, alimentada quizás por la rebelión nobiliaria conocida como la Conjuración de Lerma (1272), la rebelión del futuro Sancho IV y la muerte del príncipe heredero Fernando de la Cerda , punto de partida de una profunda controversia jurídica sobre la legitimidad del orden de sucesión real.
Era bastante común en la literatura de la época (como en el Libro de Alexandre), condenar como arrogancia en todo monarca la pretensión de conocer y dominar la naturaleza y emprender locas y onerosas campañas a favor de los nobles.
Las críticas a la arrogancia de Alfonso X vienen a condensarse en la célebre fórmula del poeta Eduardo Marquina: «De tanto mirar al cielo / se le cayó la corona».




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